La ruta que proponemos transcurre por el río Ebro,
o mejor dicho por el embalsado río Ebro.
Este inmenso pantano es conocido como el Mar
de Aragón, en la provincia de Zaragoza. Y el nombre no es gratuito ya que
tiene más de 500 kilómetros de costa, formando un
inmenso mar interior. En el recorrido de esta ruta
hay un denominador común: el agua.
Todas las poblaciones de la ruta disponen
de embarcaderos permitiendo el disfrute de los diferentes deportes náuticos como el
windsurf, vela, esquí acuático, remo, piragüismo,
etc. Para los pescadores es un autentico paraíso.
Un escenario magnífico, por ejemplo, para la pesca
del black bass. Los primeros ejemplares
llegaron en 1960 y hoy es la seña de identidad de
la localidad de Caspe. Su pesca es un fenómeno
sociológico en Estados Unidos. Y Caspe es
la capital de la pesca del black bass,
en Europa. Durante el primer fin de semana de cada
mes de octubre se celebra el Campeonato Internacional
de Pesca del Black Bass, el de más prestigio
de todos los celebrados en Europa.
Ya lo dicen las gentes del Bajo Aragón: aquí
se guisa, se asa y se fríe.
En todos los platos se utiliza una delicia gastronómica
que es común a todos los pueblos: el aceite
de oliva virgen extra Bajo Aragón. Las
materias primas abundan: los productos
de la huerta están asegurados gracias a la abundancia
del agua; millones de peces habitan en el inmenso
embalse y magníficos corderos pastan por los montes,
aunque no debemos olvidarnos del cerdo. Destacamos
las siguientes delicias gastronómicas: los caracoles
con calabaza o patata; la fritada de tomate, cebolla
y pimiento; las aceitunas u olivas como las
llaman aquí; el ternasco procedente del cordero
joven, ya sea al horno o guisado; y del cerdo destacamos las longanizas, chorizos,
morcillas, adobos, etc.; respecto a los peces
resaltamos black bass, el siluro, la perca y
sobre todo la lucioperca (al horno o a la
sal). Destacamos una especialidad en Caspe: los tomates secos fritos.
Gracias al agua y a la tierra nos encontramos en una
zona llena de árboles frutales (melocotones,
cerezos, granados, higos, etc). En repostería,
los almendrados, la torta de Caspe, la
torta de Balsa de almendras y piñones, la de chichorros,
la de manzana, nueces, higos, etc. y las magdalenas
son exquisitas.
No
debemos olvidar, que en todos los pueblos se practica
el “tapeo” en sus numerosos bares y mesones.
Los
visitantes de estas tierras verán pequeños castilletes
situados en puntos estratégicos. Son conocidos como Mocateros. Desde lo alto de estas torres
se hacían señales luminosas, con espejos, teas,
etc. para transmitir los movimientos de las tropas
carlistas a las Capitanías Generales de Zaragoza
y Barcelona. Destacamos por su buen estado la Torre
de Salamanca, en Caspe y la Torre
del Mocatero, en Chiprana.
Iniciamos
el recorrido de la ruta en Mequinenza que
está situada en la desembocadura del río Cinca con el río Ebro. Todo en Mequinenza es nuevo excepto el Castillo-Palacio de los Moncada (siglo XIV). El primitivo pueblo está anegado por las
aguas del pantano de Ribarroja. Aquí también
se inicia el pantano de Mequinenza sobre
el lecho del río Ebro, se le conoce como
el Mar de Aragón.
Tiene Mequinenza numerosos restaurantes
donde se puede degustar la comida tradicional de Aragón y de la vecina Cataluña.
Siguiendo
aguas arriba del río Ebro llegamos a la capital
del Bajo Aragón. El origen de la ciudad de Caspe (8.030 habitantes) se remonta al siglo
II a.C.
Los
distintos pueblos que la han visitado dejaron numerosos
testimonios, como los iberos y las pinturas rupestres
en el Plano del Pulido, o los romanos en
el Mausoleo de Miralpeix, salvado de las
aguas del embalse por los habitantes de Caspe en el año 1962. Los árabes también dejaron su huella
(quedan restos de murallas), el nombre de Caspe proviene de la palabra árabe Qasb.
Estamos en tierra del gótico y el conjunto de la Plaza de Santa María es lo más interesante
de Caspe. La Colegiata de Santa María (siglos XIII al XVIII), donde se pueden admirar reliquias
como el Cáliz del Compromiso. Junto a la Colegiata encontramos los restos del Castillo medieval donde se celebró el Compromiso de Caspe.
En artesanía, destacamos los encajes y bordados, además
de la piedra artificial.
Siguiendo aguas arriba del Ebro llegamos a Chiprana, conocida como El mirador del Ebro.
A
las afueras de la localidad, camino de Escatrón nos podemos desviar a la izquierda y visitar las
lagunas endorreicas llamadas “Las Saladas”. Sus aguas salinas están llenas de vida. Numerosas aves las utilizan
para criar o simplemente como zona de paso.
Continuamos hacia Escatrón, a la que los romanos
conocían con el nombre de Scatro. En lo alto
de la población se encuentra la magnífica Ermita
de Santa Águeda.
Nada
más cruzar el río Ebro, camino de Sástago, a la derecha se encuentra el Monasterio
Cisterciense de Rueda. Destaca la Iglesia, el
Claustro, la sala capitular con numerosas tumbas
de monjes, el refectorio con su púlpito, etc. Todo
está coronado por una sorprendente torre mudéjar.
También se encuentran las ruinas de lo que fue un
molino de aceite y la estructura de una antigua
noria o “rueda” para sacar agua.
Antes
de bajar a la localidad de Sástago junto
al río Ebro, nos detendremos en el Mirador
para contemplar una magnífica vista de los meandros
que forma el río.
Para
entrar en la localidad de Sástago, final
de la ruta, tenemos que cruzar el río Ebro por un estupendo puente, junto a él, en lo alto
de un montículo se encuentra la Torre mocatera
de El Tambor.
Destaca
la artesanía con la fabricación de cuchillos con
cachas de nácar y de las importantes canteras de
alabastro, salen los materiales para una importante
industria artesana. Ya los romanos hacían tarros
de farmacia con este material.
Rodeados
por los meandros del río Ebro y la vegetación
de sus riberas, damos por finalizada es ruta por
el llamado Mar de Aragón.